25 de Noviembre, tampoco se olvida
DANIA PAOLA RAVEL CUEVAS
Consejera Electoral del Instituto Nacional Electoral
Hace 23 años la Asamblea General de la ONU proclamó el 25 de noviembre como una fecha en la que todas las mujeres, desde nuestras diversidades, unimos y alzamos
nuestras voces para que gobiernos, sociedad civil y comunidad internacional condenen la(s) violencia(s) estructural(es) e histórica(s) de la(s) que más de la mitad de la población del mundo hemos sido víctimas.
Sin embargo, la condena no es suficiente, es fundamental que los distintos países reconozcan legal
e institucionalmente que se trata de un problema de
estado y, por tanto, que establezcan mecanismos para
prevenirla, combatirla y erradicarla; en síntesis, que
se garantice nuestro derecho humano a vivir libres
de violencia. La prevalencia de la violencia contra
las mujeres sigue siendo, lamentablemente, una
realidad: en el 2022 la ONU estima que 736 millones
de mujeres en el mundo ha experimentado alguna
vez en su vida violencia física o sexual por parte de
una pareja íntima.
En México, de acuerdo con la ENDIREH 2021, las
mujeres con mayor propensión a experimentar
violencia a lo largo de su vida son las residentes de
zonas urbanas (69.3%), de entre 25 y 34 años (70.1%),
aquellas que NO pertenecen a un hogar indígena
(66.8%) y las que cuentan con escolaridad superior
(72.6%), me quiero detener en este porcentaje,
porque si bien es cierto este dato puede denotar que
aquellas mujeres con una mayor escolaridad están
más capacitadas para poder detectar la violencia
en su contra y denunciarla, también demuestra que
ninguna mujer se salva de sufrirla y aún en esta cifra
tan alta no podemos excluir la existencia de una
cifra negra por vergüenza a reconocer que una mujer
aparentemente empoderada también está sufriendo
violencia. Mientras escribo estas líneas se me viene a
la mente el caso de una maestra de una preparatoria
de la Universidad Autónoma del Estado de México,
que durante la pandemia fue violentada en una clase
virtual frente a sus estudiantes, en ese caso, quienes
denunciaron lo acontecido fueron sus alumnos y
alumnas que temían por su integridad.
Las cifras que tenemos sin duda responden solamente
a quienes han aceptado haber sufrido violencia,
pero, aunque no se reflejen en estas cifras, afuera
también están todas aquellas que por estigmatización
no denuncian ser víctimas o quienes por cuestiones
culturales han normalizado acciones violentas.
El silencio y el miedo son los mejores aliados de la
violencia, pues inmovilizan y aíslan a las víctimas.
De esa violencia, no están exentas las mujeres que
compiten por puestos de representación, pues existen
mecanismos que obstaculizan el ejercicio pleno de
sus derechos político-electorales solo por el hecho
de ser mujeres: se les oculta información o se les
da incompleta, se ponen obstáculos para que sean
postuladas, se les niega presupuesto o peor aún, el
acceso a espacios que legítimamente les pertenecen.
Este tipo de conductas configuran lo que se conoce
como violencia política contra las mujeres en razón de
género (VPG).
En el año de 1960, las hermanas Mirabal fueron
asesinadas por los excesos del poder autoritario. De
ese acto atroz, ascendieron tres mariposas violetas,
que nos enseñaron que nadie va a cortar nuestras
alas. Fue un vuelo al que nos hemos sumado todas
quienes desde nuestros ámbitos clamamos, luchamos
y trabajamos por un mundo más justo y libre de
violencia.