¡NADA QUE CURAR! Basta de violencias en México
Erica Salinas Castillo
Cuando tenía 21 años me enamoré por primera vez. Acto
seguido, me confesé con el padre de la iglesia, le dije que estaba
muy enamorada, a lo que él me contestó: “Eso no es malo hija”.
Pero es de una mujer, le dije. A lo que él inmediatamente me dijo:
“Eso sí es pecado”. Inmediatamente comenzó con una serie de
penitencias muy fuertes y dolorosas, que duraron tres años, tres
años donde solo el amor aumentaba, pero también la culpa.
Me dormía rezándole a Dios que me hiciera una persona normal
pues ya no podía soportar más tanto dolor, tanta culpa. Hasta
que un día, al ver que sus técnicas religiosas no funcionaban,
el padre me ordenó que fuera con el psiquiatra para que me
diera electroshocks. “Eso, te va a borrar esos pensamientos
pecaminosos”, me sugirió mientras me pasaba una tarjetita a
través del confesionario. La tarjeta, también tenía el número de
una ginecóloga. “Ella te va a dar hormonas, para recuperar tu
LAS MUJERES DICEN
feminidad perdida y, con eso, te vas a curar”..
NO SE LE PUEDE LLAMAR TERAPIAS
La palabra curar retumbó en mi cabeza ¿curar…
Curar de qué?, ¡yo solo estaba enamorada! ¡yo
solo quería ser feliz! En ese momento salí corriendo
y nunca mas volví a ese lugar, sin embargo, las
secuelas psicológicas y psiquiátricas ya habían hecho
estragos en mí. Tuve que pasar por muchos procesos
terapéuticos para sanar la depresión y la ansiedad.
La educación y el cine fueron mi salvación, hacer mi
cortometraje (“Para: Sarah”, 2021) denunciando lo
que me pasó, fue lo que me hizo recuperar mi vida.
Investigando para mi guión descubrí que lo que
habían hecho conmigo tenía nombre y se llamaban
“terapias de conversión", aunque el término correcto
es ECOSIG. Estas son prácticas de diferentes tipos,
que tiene la intención de cambiar la orientación
sexual, la identidad o expresión de género de las
personas homosexuales, bisexuales y trans a lo que
se ha establecido como lo normativo, es decir “una
heterosexualidad binaria cisgénero”.
El método es a través de sesiones psicológicas,
psiquiátricas, religiosas, pláticas académicas y, en el
caso de las mujeres, suelen ser más violentas, llegando
a las violaciones correctivas; lo cual desgraciadamente
no es de extrañarse, porque como dice el Ministro
Arturo Zaldívar “vivimos en un país que tolera la
violencia de género, que la perpetúa, la reproduce e
invisibiliza”.
¿CUÁL ENFERMEDAD?
Estas dantescas prácticas del ECOSIG han sido
tipificadas por la ONU como torturas, ya que,
desde 1990 la OMS declaró que la homosexualidad
no es una enfermedad mental. Lo mismo para
la transexualidad en 2018; por lo tanto, sin un
diagnóstico, no hay enfermedad, y por ende nada,
absolutamente, nada que curar.
El pasado 11 de Octubre, el Senado de la República,
aprobó la prohibición del ECOSIG y, actualmente, la
propuesta se encuentra en la Cámara de Diputados,
para que finalmente sean prohibidos en todo México.
Me pregunto ¿habrá diputades capaces de estar de
lado de los torturadores?
Esta exigencia la hacemos miles de activistas por las
que ya no están; por quienes prefirieron quitarse la
vida a sobrevivir en esta sociedad que discrimina
y violenta; por quienes aún no pueden “salir del
clóset”; por quienes aún tienen miedo. Esta demanda
la hacemos por las que vienen detrás: esas niñas,
niños y adolescentes que merecen vivir libres y en
plenitud. Necesitamos garantizarles un mejor futuro
del que tuvimos nosotres. Que nadie, nunca más,
sufra tortura por ser quien es. ¡Queremos ser la
última generación que sufra de violencias por ser de
la comunidad LGBT+!
Según la ENDISEG (INEGI 2022) más de medio millón de personas LGBT+, hemos sido víctimas de estos tratos crueles, inhumanos y degradantes, llamadas terapias de conversión o ECOSIG.