Las mujeres como autoridades municipales:
un nuevo techo de cristal

Norma Irene De La Cruz Magaña

Consejera del Instituto Nacional Electoral

Descripción de foto: Consejera del Instituto Nacional Electoral, Norma Irene De La Cruz Magaña
Los recuentos de las luchas feministas nos remontan a las primeras décadas del siglo XX, aquellos tiempos posteriores a la revolución trajeron consigo las grandes preguntas, pues si bien tuvimos heroínas de las batallas, muchas de ellas quedaron en el anonimato y el olvido, pero sus generaciones posteriores a través de las letras y las artes comenzaron a visibilizar la necesidad de ocupar un espacio en la vida pública de un país en reconstrucción.

La década de los años treinta transcurrió acompañada de una nueva ola, la del movimiento sufragista que cobraba fuerza y hacía eco en territorio mexicano. A su alrededor, se generaba un miedo incesante por los impactos que podría originar la participación de las mujeres en las contiendas y ante su estrecha relación con el clero; se les tachó de nula capacidad para decidir por sí mismas y para algunos personajes con influencias políticas no implicaba ventajas suficientes.

VOTO E IGUALDAD

Al transcurrir los años, después de grandes movimientos e intentos de reforma, se asoció el ámbito municipal como el ámbito político más cercano a la familia, a las costumbres y por supuesto al cuidado; esfera en la que, según parte de la clase política (lidereada por hombres), fue considerada como la idónea para que las mujeres desempeñaran la participación que tanto anhelaban. Y fue así como este llegó a ser uno de los principales argumentos en defensa y apoyo del sufragio femenino; aunque también se ponderó la cantidad de votos que las mujeres podrían aportar a las contiendas en favor de ciertos grupos políticos.

Ya en el año 1953, el pleno del Congreso federal realizó la reforma constitucional que garantizó a las mujeres la oportunidad de participar de manera oficial en los comicios. Una vez aprobada la reforma y durante el proceso electoral de 1955, San Luis Potosí tuvo a su primera presidenta municipal (que en este caso fue interina); en este contexto comenzaba la lucha de las mujeres para alcanzar la verdadera autonomía, ya que, si bien la ley dotó de igualdad, las condiciones reales no permitían que fuese una realidad. La participación y el interés de las mujeres se intensificó por formar parte de la toma de decisiones en variados ámbitos, en diferentes niveles de la escena política, buscando siempre romper los estereotipos y superando las barreras ideológicas.

ÁMBITO MUNICIPAL

Retos que nos remontan al origen de estas luchas; la participación y la falta de oportunidades en el ámbito más próximo, el local. Las más recientes reformas nos colocan en un contexto donde se garantiza en la ley el principio de la paridad (que en algunos escenarios ya es una realidad), sin embargo, el escenario local no ha alcanzado esta máxima.

La búsqueda de las mujeres para encabezar una presidencia municipal se ha tornado en el escenario propicio para generar hacia ellas violaciones a sus derechos humanos, a través de aseveraciones cargadas de misoginia, acciones tendientes a demeritar su participación, que las llevan a autocensurarse y a bajar la guardia, pues el impacto que se les causa de manera personal y en el círculo más cercano (familia o amistades) termina por desalentar sus aspiraciones y no ejercer sus derechos político electorales, derechos que tienen una vigencia de casi siete décadas. La violencia política contra las mujeres en razón de su género en el territorio municipal es la más frecuente. El espacio que se vislumbraba como el idóneo para la participación política femenina hace casi un siglo, hoy se ha convertido en el nuevo techo de cristal.

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