Una historia de lucha contra la basura tóxica

Rosa María O’ Leary

“Soy Rosa María O´ Leary, originaria de Magdalena de Kino, Sonora. En principio mi sueño era ser doctora, pero en mis tiempos no había esa carrera aquí y no podía irme a México ni a cualquier lugar fuera este estado, así que lo más cercano a mi sueño fue la carrera de Química Bióloga en la Universidad de Sonora.

EMPIEZA EL ACTIVISMO AMBIENTAL

“En 1998 participé en el movimiento contra el llamado CYTRAR perteneciente al corporativo español Tec-Med. En aquella ocasión se logró, mediante este activismo, que se cerrara el basurero tóxico ubicado a escasos kilómetros al sur de Hermosillo.

“Esta lucha social donde participamos miles de ciudadanos activamente, trascendió a otras partes de nuestro estado que era contemplado por ser Sonora un estado semidesértico y con poca población. Y sólo por estas características creyeron que podían tirar aquí sus deshechos alta y peligrosamente tóxicos a niveles casi insospechados para la salud humana y el ecosistema.

“Apoyamos a la población de otros municipios como Carbó, Benjamín Hill, Trincheras, Pitiquito, Caborca y Sonoyta, que defendieron su terreno ante grandes corporaciones sin escrúpulos ni respeto por la vida humana o natural. Para estos hombres y mujeres fue más importante su familia y la de las futuras generaciones. Habíamos sembrado la semilla de la defensa.

NOS QUISIERON ACUSAR

“Cabe decir que durante todo ese peregrinar sufrimos vejaciones, insultos, señalamientos de corrupción y de prestar, supuestamente, servicios a otros empresarios corruptos. Recuerdo que, en una reunión internacional de periodistas ambientales, en la entrada de un salón donde se llevó a cabo la reunión, apareció un comunicado donde denunciaban que yo era corrupta. Alguien me preguntó si quería que retiraran el documento y le dije que no, que lo repartiera entre los periodistas ahí presentes. Cuando tomé la voz les dije que ellos como periodistas tenían que averiguar e investigar qué tan cierto era todo lo que ahí se decía de mí.

“Lo mismo pasó en el estado de Hidalgo, donde a Lilly Baldenegro y a mí nos señalaron de falsas activistas, que trabajábamos para otra compañía dedicada a los basureros tóxicos. Ellos los falsarios no tuvieron eco en el pueblo que luchaba por la salud y medio ambiente.

EL VALIENTE PUEBLO DE ZIMAPÁN, HIDALGO

“Allá acudimos a apoyar a las y los ciudadanos organizados transmitiendo nuestra experiencia en la lucha del CYTRAR, el trato con las autoridades que prácticamente estaban al servicio de la empresa.

“Fue fascinante para nosotras conocer a las mujeres hidalguenses, dos norteñas con unas mujeres que nunca se habían enfrentado en una lucha de esa magnitud. Recuerdo que una de ellas después declaró a unos maestros de la UAM: ‘He aprendido que nunca más nadie me va a gritar’. Para ellas primero era la salud y la vida de su pueblo.

“Allá pensaban instalar, otra empresa española llamada Abengoa-Befesa, el basurero tóxico más grande de América Latina: ahí junto a la presa de Zimapán, en un lugar de por sí muy contaminado por la minería ancestral en lo alto de la sierra, entre una angosta carretera con barrancos y cañadas, donde se veían al fondo tráileres volteados.

“Después de años de lucha la empresa perdió el juicio y se tuvieron que ir con su música a otra parte. Lo anterior a pesar de pleitos arreglados entre la corrupción que impera también en los paneles de controversia internacional. Nuestra lucha había trascendido así como nuestro estado sonorense.

CON LA LUCHA EN SONORA

“Logramos que no se otorgara una nueva licencia de funcionamiento con la que pretendían abrir una planta con siete macroceldas más receptoras de tóxicos sin ningún cuidado en su operatividad, pues, aunque se anunciaron que trabajarían con tecnología de punta. No había tal, no cumplían con los estándares requeridos.

“No conforme con esto pretendieron abrir otra (planta) en Carbó; pretendieron también instalarse en Benjamín Hill, así como Trincheras, Caborca, llegaron a Sonoyta para situarla en Quitovac (tierra sagrada de los Tohono O’odham). Nos enfilábamos a cada una de las localidades para apoyar la oposición de los habitantes. Nosotros sólo éramos apoyo, pues ya todas y todos estaban organizados en la defensa sin importar credo ni partidos; todos en un solo grupo.

EL ACTIVISMO SE CONTAGIA

Fue a través de las luchas colectivas ambientales en las que me vi envuelta y aprendiendo sobre la marcha, pero sobre todo por mi interés por la salud, el medio ambiente y los Derechos Humanos, que tuve la oportunidad de conocer a muchas mujeres y hombres comprometidos. Aprendí que las mujeres, con deshonrosas excepciones, no se prestan a componendas ya que realmente se preocupan por las generaciones futuras, por sus hijos y sus nietos. Ellas se dan cuenta de las enfermedades: el sufrimiento de los convalecientes y de la muerte por los padecimientos crónico degenerativas provocados por los desechos tóxicos industriales.

“Hemos acompañado y seguimos acompañando distintas luchas ciudadanas, como la inolvidable tragedia de la Guardería ABC, la huelga de los mineros de la sección 65 de Cananea y la más reciente: la lucha contra la contaminación ocasionada por la minera Buena Vista del Cobre, concesionada a Grupo México, que derramó enormes cantidades de tóxicos en el lecho del Río Sonora. Ninguna de estas luchas ha terminado”.
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