Raquel Padilla fue así:
“Su mayor virtud fue saber disfrutar la vida al máximo”

Por Raquel y Alfonsina Torúa Padilla

Seis de la mañana y mamá ya iba por su tercera taza de café. Había alimentado a las mascotas, preparó el desayuno, contestó correos, realizó su post matutino en Facebook y se preparaba para salir a correr, después de llevarnos a la escuela. Mi mamá entendía lo preciado que es el tiempo y lo corto que es para los humanos. Intentaba estirar las horas del día lo más que podía, para darle espacio a todo lo que era importante para ella: su trabajo, sus investigaciones, las causas que ella creía justas, la Tribu Yaqui, el deporte, viajar, sus amigos, su familia, y nosotros, sus hijos.

AMOR POR LOS HIJOS Y LA PROFESIÓN

“Desde niña siempre buscó hacer lo que le gustaba: llenarse de satisfacción y felicidad. De muy joven dejó el nido para buscar sus sueños, mismos que estuvieron entretejidos en la academia. Pero su principal sueño, según nos platicó, era el de ser mamá. Y como hijo/a, no hay nada más dulce que escuchar a tu madre constantemente decir que te ama, que siempre te quiso. Por si lo anterior es poco, ella nos demostró que nunca le significamos un obstáculo en su vida laboral. Tuvimos el privilegio de acompañarla a las comunidades indígenas, conferencias, simposios, viajes de trabajo, a los archivos históricos, a su oficina que se convertía en guardería.

Como jóvenes académicas que quizás algún día quisiéramos ser, mamás o papás, no pudimos haber tenido mejor ejemplo con una mamá cariñosa, divertida, atenta, pero que jamás descuidó sus sueños y metas personales.

Creo que la mayoría la conoce por su trabajo académico, pues es increíble la cantidad de ponencias, artículos, libros que alcanzó a escribir en su vida.
Fotografía de Raquel Padilla

LA TERNURA, LOS RETOS Y EL CONOCIMIENTO

Desde el día en el que mi mamá nos fue arrebatada muchas personas se han acercado a compartirnos el testimonio de cómo de alguna u otra manera mi mamá contribuyó en sus vidas. Algunas historias de amigos cuando cursaban juntos el Colegio, de colegas y sus incontables historias, por ejemplo, de cuando salían a trabajo de campo; de sus familiares que nos comparten historias de su niñez e inclusive de personas con las que mi mamá sólo compartió unos minutos y aun así logró marcarlos en algo.

Aunque mis hermanos y yo seguimos sorprendidos con la cantidad de cosas que hizo, nos cuesta trabajo entender cómo lo hacía.

Mi mamá era una persona con demasiada energía y además generosa. Nos llenaba de amor a nosotros tres todos los días de su vida, aun cuando se encontraba de viaje o en una junta larga encontraba la manera de hacernos saber qué estaba pensando en nosotros. Todavía entro a mis recuerdos en Facebook y me encuentro con sus “I love you”, “Te extraño”, o una foto de ella presumiendo un chocolate en alguno de sus viajes… Los leo como si me los hubiera escrito ese mismo día.

Ella amaba la vida, la disfrutaba como pocos sabemos hacer. Le encontraba un sentido a todo lo que pasaba y no agarraba el camino fácil de la vida, sino que tomaba el largo con una gran vista, y claro, un sinfín de retos.

Nos es fácil aceptar que ya no vamos a escuchar más el sonido de sus llaves colgando mientras caminaba, o su olor a café y perfume. Extrañamos su forma de redactar una buena historia y cuando agarraba el micrófono para defender las causas justas. Pero también extrañamos su pizza, su pasión al jugar juegos de mesa, verla salir a correr, pasar por una nieve después de un día pesado y ese amor que sólo podemos recibir de parte de una madre.

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